CUENTO ERÓTICO 4.- HABITACIÓN 111



Nunca se me quito el cosquilleo de los dedos al abrir la puerta, era un nervio de saber si estaría o no detrás de aquel pedazo de madera, sabía que al atravesar el portal con número 111, solo seriamos él y yo.


En cuanto lo veía todo el mi mundo desaparecía, no necesitaba decirme nada, sus ojos me invitaban a entrar y de inmediato sentía su pasión que se evocaba hacia mi figura.


Siempre se encontraba sentado entre penumbras recargando un brazo en el sofá gris de gamuza, bebiendo un poco de whisky.



Me acuerdo del primer día que nos citamos, sobresalía con su elegante traje azul marino a la medida, su rostro varonil fue el segundo punto que observaba al entrar en aquel cuarto por su barba de candado que tanto me fascinaba.

Desde entonces me recibía con la mirada fija, acompañada de una linda sonrisa de lado, esperando paciente mi arribo como cada dos semanas.



Aquella habitación se había convertido en otra parte de nuestro cuerpo, por todos los encuentros furtivos que desde hacía meses habíamos iniciado, donde celebramos juntos del placer desbocado que solo en sus paredes blancas, nos permitimos vivirlo por ser un romance prohibido al trabajar juntos.

Me fascina como cuidaba cada detalle de su aspecto, para cautivarme cada vez más, sabía perfectamente cómo me derretía ver su espalda ancha ataviada por el saco Slim, tan perfecto, gallardo y fuerte.

Utilizaba aquel punto en mi contra para provocar mi imaginación, la cual siempre volaba con su imagen, en cuanto me indicaba el traje iba a utilizar el día que nos veríamos nuevamente.


Por lo general era cada viernes después del trabajo, para amanecer hasta el sábado al medio día o prolongarlo hasta el domingo, si la agenda de ambos lo permitía, de lo contrario solo eran unas horas.

Aun así me encanta perderme en sus brazos y en cuanto él me tomaba de la mano, sabía que era el inicio de una gran aventura.

Me tomaba de la barbilla y me llevaba hasta su boca, besándome con tanto ímpetu, que las horas a su lado se volvían agua, se hacían nada.

 

Como un enorme glaciar derretido ante el calor de la primavera, pero en esos instantes a su lado, para mi eran más que suficientes y tener una sonrisa todo el mes.


Provocando que toda mi piel se enchinaba e iniciara a humedecerme para recibirlo, ansiosa por el contacto suave y delicado de sus labios, de su lujuria insaciable y perversión sin límites.

Aunque sabíamos perfectamente que solo era pasión lo que nos unía, jamás dejó de ser un caballero conmigo, me consentida con detalles románticos, sabía guiarme poco a poco, llevándome ante sus intenciones obscuras y yo me permitía ser libre ante mis impulsos más primitivos a su lado.

Me tomaba con fuerza de la cintura, me acercaba a él, susurrándome suavemente mi nombre al oído, como una exclamación de deseo, en ese instante yo aprovechaba para absorber su perfume "Aqua di Gio" que emanaba de su cálido pecho.


En los pasillos de la oficina, siempre tratábamos de evitarnos y cuando debíamos comunicarnos por algún tema laboral, siempre éramos los más distantes, debido que no estaba permitido una relación entre compañeros, mucho menos entre jefes y sus subordinados.

Pero en aquella habitación era nuestra y podíamos divertirnos, nos gustaba jugar mucho, a veces me pedía que me acercar hasta el sofá, para comenzar a desnudarme capa a capa, sin perder la oportunidad de manosear cada rincón de mi cuerpo.

En otras ocasiones solo me observaba en silencio, parado en la esquina del cuarto, jugando con el hielo del vaso ya sin whisky, mientras me mostraba ante su mirada sin ningún atuendo.

 

A excepción de mis gafas y lo provocaba al tocarme a mí misma por una hora o menos, dependiendo de cuánto tiempo el resistiera de tenerme a su disposición sin penetrarme una vez más.



Aquel pacto entre nosotros no era amor, más bien una mezcla de sociedades de amigos íntimos que se convierten mutuamente en maestro-alumna y viceversa.

Él era mi compañero de juegos, mi amante, cada encuentro a su lado fue único, se convirtió en mi fantasía más grande e ideal, que jamás había deseado experimentar, con aquella intensidad que fue solo nuestra.

Pero nada es eterno y ambos lo sabíamos, aquel increíble caballero, había llegado para capacitarnos con un nuevo sistema que se estaba implementando, para tener mayor control en el inventario de libros, su contrato era solo por un año en la ciudad y al término de este tiempo tenía que regresar de nuevo a Monterrey.



Tras su partida, me ha dejado solo con el recuerdo de aquellos días a su lado, con la sensación del calor de su cuerpo, su mirada que me decían mucho más que sus labios y las manos fuertes, que siempre me acariciaban como pronosticando que ese tiempo era un regalo que la vida nos podía dar.

Pero sobre todo dejándome con la promesa de que algún día nos volveríamos a vernos, ya que estaba tratando de que lo transfirieron de forma permanente para poder estar juntos y continuar con aquel romance.

Propiedad intelectual de @Lulaboop.love

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