LA BAMBINA DENTRO
Eras tan pequeña, medias apenas un metro y cinco centímetros e inocente como un serafín, tus enormes luceros cubiertos con esas increíbles pestañas tupidas como un aguacero en plena selva Lacandona eran tu principal característica. Te recuerdo llorando en silencio con tanto sentimiento, sollozando entre tus dientitos blancos de conejo todas las noches, debajo de las sabanas rosa palo de algodón delgado, tan suave, cubiertas por la ligera colcha blanca con globos de cuatro colores, amarillo huevo, azul Comegalletas, rojo Tupsi pop, verde lima, que a cada rato se ensuciaba por todo. Y despertar con los parpados hinchados, cual vil boxeador después de doce Rounds continuos, te recuerdo balbuceando intentando rezar con tanto fervor como si con ello cambiaras el mundo en esa noche, cuando se apagaban las luces al ir a dormir. Para que se manifestara tu airoso ángel de la guardia con sus blancas alas extendidas o tu papá ausente que solo mandaba cartas en tu cumpleaños, con todo su dinero ...